Jessica Calderon

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Tres momentos (III) Hoy

Se le consideraba una leyenda viviente, muchos querían emularlo y sus empresas eran caso de estudio en prestigiosas universidades. No eran pocos los proyectos de desarrollo social que emprendió y llevó a buen término. Algunas grandes empresas fracasaron, pero eso no lo detuvo, más bien lo impulsó a iniciar otras más osadas.

Siempre fue muy querido por sus amigos y empleados.  Yo, desde pequeño aprendí a conocerlo por los reportajes que de él se hacían en radio y televisión. Ya grande quise saber más de él, quise saber cómo logró su fortuna, cómo resistió la oposición y el fracaso, cómo es que un hombre de tan poca formación pudo llegar tan lejos y principalmente, cómo pudo lograr tanto en su vida, cuando otros no llegan ni a la mitad.

Mi oportunidad llegó como parte de una clase de investigación periodística de mi facultad, debía entrevistar a un personaje famoso. L a universidad colaboraría en obtener la cita, así que aproveché. El día llegó y me presenté con mi mejor traje, mi libreta de apuntes y una pequeña grabadora, no me quería perder detalle.

Cuando me  pasaron a su oficina, quedé impresionado por la sencilla decoración, desde luego no le faltaba nada, pero no había ostentación, más bien se respiraba un aire tranquilo y sincero.

Me invitó a tomar asiento en la pequeña mesa de juntas. Allí, listo para la acción, activé mi grabadora, alisté mi libreta y lápiz y me dispuse a hacer la primera pregunta.

Sin embargo, antes de poder hablar, el Sr. Kano, al ver de reojo la guía de preguntas me dijo: Creo que tu lo que quieres saber es el secreto de mi éxito. Es sencillo, y me encantaría compartirlo contigo. Ya lo he compartido con muchos, pero la mayoría lo ven muy simple para ser verdad y pocos lo ponen en práctica, espero que tu si lo sepas aprovechar.

Yo no podía ni respirar de la emoción. ¡No lo podía creer, me compartiría el secreto que lo llevó a la cima! Este sí que era mi día de suerte.

Entonces, levantó su mano y con su dedo apunto a un cuadro pequeño al tiempo que me decía: Lo escribí cuando tenía más o menos tu edad…

Allí guindado frente a su escritorio estaba el pequeño cuadro de fondo rojo y  letras doradas:

Hoy decidí soñar, y soñé.

Hoy decidí construir, y construí.

Hoy decidí vivir y viví.

Hace un tiempo decidí  vivir en el HOY.

Ayer es el cimiento,

Mañana es la inspiración

Pero si quiero vivir, tengo que vivir HOY.

A. KANO

Han pasado ya más de veinte años de esta experiencia, hoy puedo decir que fui realmente afortunado al haber recibido está lección, pero más afortunado fui por ponerla en práctica. Y desde luego, a cada joven que viene a mi oficina y me pregunta el secreto de mi éxito, con gusto le muestro un pequeño cuadro rojo con letras doradas, colgado frente  a mi escritorio…

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No somos dueños del ayer porque ya pasó, no somos dueños del mañana, porque aún no llega, lo que está en nuestras manos es trabajar el día de hoy. 

No permitas que el pasado de ate, HOY puedes decidir dejarlo atrás y seguir adelante. No dejes que el futuro te agote, HOY puedes decidir enfrentarlo día a día, un paso a la vez. Comienza HOY a hacer lo que tengas que hacer. 

Tres Momentos (I) Ayer

Maleta

Mi maleta del ayer

El hombre arrastraba una maleta a donde quiera que fuera, en ella llevaba todo aquello que pensaba le podía ser útil algún día. Cargaba viejos libros de la universidad y del colegio; ropa nueva y antigua, fotos de momentos gratos, trofeos, diplomas  y medallas  y hasta recuerdos de cosas que preferiría no hacer vivido. Esta gran maleta le era realmente estorbosa.

Se le hacía muy difícil abordar un bus, entrar a un edificio o acomodarse a descansar. Siempre estaba pendiente de su maleta,   por la noches se acostaba adolorido por el peso y se despertaba en la madrugada angustiado de saber que al día siguiente debía llevar esta carga de nuevo.

Muchas veces quiso dejar su maleta, pero no podía, había cosas en ella que seguro “algún día iba a necesitar”.  En sus trabajos duraba poco porque incomodaba a todos con su vieja maleta.

Lentamente fue pasando la vida y él seguía cargando con su maleta, como ya no tenía espacio en ella, no podía guardar cosas nuevas y no podía dejar las viejas “porque todas eran importantes”.

Sus amigos intentaron convencerlo de que dejara la maleta, o al menos que la vaciara un poco para llenarla de cosas nuevas, pero él nunca quiso o, tal vez,  nunca pudo. Poco a poco su rostro se llenó de arrugas, sus ojos perdieron la chispa y su sonrisa se borró para siempre.  Finalmente llegó el día en que ya viejo, cansado y descorazonado, se dio cuenta que había cambiado una vida entera, por una maleta vieja…

Algunos deciden vivir en el ayer.  En recuerdo malos, experiencias desagradables que los atormentan, rencores antiguos de personas que ya ni nos recuerdan. Otros viven de viejos triunfos y glorias, en éxitos pasados que les recuerdan lo fabulosos que han sido. En ambos casos, el ayer no les deja llegar al hoy.

El ayer es importante siempre y cuando se le vea como una lección aprendida y parte del crecimiento personal, como una fuente de recuerdos gratos o advertencias para el futuro. Sólo debemos cuidarnos de no convertir el ayer en una pesada carga que nos ate y no nos deje avanzar.